lunes, 31 de mayo de 2010

Dulce y Veloz!!!


Él, viste jean clásico Levis y zapatillas Converse, polo negro manga larga haciendo juego con el de manga corto que va encima; con un estampado de Karman de South Park. Camina ligero como el viento, con el apuro de una cita a ciegas, cruza la pista deambulando por el azar de la vida y toqueteando los dedos al compás del silbido de los árboles. Avanza zigzagueante hacia su destino, uno incierto como su origen pero transparente como sus ideas. Juega en su mente a ser músico, a caminar por las calles siendo el único, al que todos observan y a la vez ignoran con sutileza; erguido y despreocupado cruza la avenida tomando la acera opuesta, donde el sol azota con delicadeza los grumos de cemento que hace flotar al atrevido.

Ella, se levanta tarde con ningún rastro de crema facial enmascarada una noche anterior, camina de puntitas para no sentir a golpe la frialdad del suelo, se desviste, se baña, se mira la hermosura que le ha dado la vida; se viste y se pone más “guapa que cualquiera”, jean apretado y polo escotado, poco maquillaje para evitar el delito de asesinato a la belleza natural. Tacos bajos, aretes, pulseras y anillos conforman su universo angelical. Sale presurosa pero mantiene la calma en sus pasos, desfila mediante la sombra como una ráfaga de luz, perceptible a las sensaciones masculinas; Toma su cartera jean, que hace juego con el endiablo pantalón que lleva, se asoma a la avenida y cruza lentamente mientras las bestias motorizadas la miran de derecha a izquierda la candente escena cruzando pausadamente, como aquella hoja que desciende en las lenguas de asfalto. Se para, mira ambos lados, se arregla el cabello, lanza miradas de indiferencia para todos lados como flechas envenenadas, sabe q está hermosa, sabe que la vida lo sabe, y que su universo se derrite a sus pies.

Él, comienza a tararear una corta canción de Campo de Almas, se para en la esquina hace una pausa, reflexiona lentamente sobre su destino, mira hacia ambos lados y decide prender un cigarrillo. Mete la mano al bolsillo, saca su Zippo y prende el Lucky Rojo que jugueteaba en sus labios de forma misteriosa. Tabaco y nicotina mezclados da la sensación sublime, se siente más que nunca una estrella de rock anónima, continúa su sendero; avanza hacia la muchedumbre, la esquiva como galopando, se encuentra sólo en el camino nuevamente, reflexiona sobre su destino nuevamente mientras cambia de canción en su mente. Llega a una nueva esquina, mira hacia la derecha, observa a la izquierda, se queda quieto. Un verso brota en su mente, no hay lápiz menos papel. Las manos sudan y los ojos se avivan como fogata. El cabello se encuentra impresentable y rápidamente es corregido. Se pone más erguido que nunca. La impresión es lo que cuenta, Él sabe q es especial esa esencia tiene q atraerla.

Ella, termina de cruzar la avenida de manera descuidada, sabiendo de su inmortalidad, de su pureza, ella se desliza a través de su camino, dejando en su rastro pétalos de su aroma para que las hienas que la acosan puedan seguir en la batalla por su atención. Se acerca a la esquina, mira a su alrededor sin bajar la nariz, hay un ser observando su cercanía, muestra signos de firmeza en la mirada y sudor en las manos, desesperación que agita sus cabellos y remoja sus labios; hace una pausa, evita el cruce de miradas, pero es inevitable, su labio inferior se regocija y esconde suavemente, muestra de atracción, sus ojos de mujer, que hechizan y emboban son clavados directamente en su mirada, esa extraña mezcla fémina, traicionera y dulce a la vez. La indiferencia coqueta que proyecta genera el ambiente enigmático que inicia toda mujer.

Él, detiene el mundo por un segundo, la ve, la observa, la puede oler suavemente, se siente inferior ante su mirada, sus manos no dejan de estremecerse por el sismo que lo sacude traicioneramente, respira frío y trata de calcular cada uno de sus movimientos. Se detiene, puede observar hasta el correr del viento, su mundo se convierte en una sola esfera, aquella gacela radiante está pasando provocadoramente por su lado y el sólo es un turista curiosón que se contentará de tener un recuerdo fotogénico en su memoria. Hay un segundo que piensa en provocar un desliz y jugarse el todo por el todo, el tantear si se accede a la gloria o caeremos en el abismo de la indiferencia. Aquella mirada lo ha dejado atónito, aquel juego malévolo que ha sido expuesto, dejó de ser la estrella de rock anónima, hace rato dejó de cantar, ha quedado impregnado en la retina cautivamente de una doncella, que ha sacudido su mundo con solo dejar el rastro sublime de su perfume. Queda atónito sin reaccionar, sólo la ve pasar, la ve alejarse, el comienza a reaccionar y a retumbar su cabeza, del: “porque no lo hice” o del: “está bien que no lo hice”. Recupera los sentidos, reanuda el paso pero ya no es igual, ha quedado grabado en su memoria aquel encuentro, aquella sacudida infernal provocada por aquel ángel, el pudo o no pudo ser, es la pregunta que se respira en el aire, después de ser sometido a aquel juego de mirada intrigante y sensual al qué ha sido condenado.

Ellos, seguirán su camino, danzando bajo la ilusión de lo que pudo ser si hubo un indicio atrevido o del que sucedió si hubo una fijación sensual en esos segundos del recuerdo, aquella luz teatral que los ilumino en ese enlace de miradas quedará impregnados en sus memorias antojadizas; ambos seguirán por sus rumbos, saboreando labios, sintiendo respiraciones sobre su cuerpo, desnudándose ante otros, pero quedará la pregunta de siempre, que suscita cada instante que nos detenemos a pensar, cómo pudo ser, cómo pudo terminar; se termina un encuentro, se dio la casualidad, la reacción que se tiene insensata y ridícula a la vez, consciente y aventurada durante su travesía, es la fuente de inspiración del resultado de nuestras acciones. Ella, Él, nunca se sabrá nada de ellos, o tal vez un destino caprichoso quiera lo contrario; lo que es cierto es que en ese momento el tiempo dejó en sus brazos aquel encuentro inmortalizado en segundos imborrables de su recuerdo.


P.D.: Deducido de la canción de MDC. Gracias!!! A Volar!!!

Colgado de puntitas en una Lata de Sardinas


Nuevamente me cubro hasta la punta del cabello intentando soñar que no está sonando el despertador. El frenesí q transcurre en la rápida estirada para saltar de la cama a la ducha y luego al juego de ropa “decente” que debo mostrar en el trabajo. Entre los gritos de mi madre anunciando el desayuno, las ondas vertiginosas que zumban en mis oídos de la radio a volumen de pollada me despierten de manera inquebrantable ante el frío húmedo de la gris Lima.


Lastimosamente, vivo a unos casi 20 kilómetros de mi trabajo, sin tráfico estamos hablando de 15 minutos en llegar. Claro, estamos en Lima, hay tráfico, hay desorden, hay caos. Promedio de demora: 1 hora 15 minutos. Así q hay q apurarse, el ritual del baño, del desayuno y de cambiarse de la manera más pudiente, tiene q hacerse de la forma más eficaz y cronometrada posible. Bien todo listo, primer periplo terminado, vamos a la odisea del viaje.


En cualquier época del año, tomar un bus en Lima podría parecer una tarea titánica. Desde estar parado soportando el frío, lluvia, calor, contaminación, riesgo de atropello o de algún incauto peatón que te empuja para, mismo salto largo de olimpiada, intente trepar como araña en celo, a un bus reventado de pasajeros, que se miran atónitos, aislados y fastidiados a la vez, en medio de una atmósfera de conformismo por tener el privilegio subliminal de estar parados en un pequeño metraje de aquel monstruo jalado por pistones reventados y llantas encauchadas en alguna mecánica informal de la ciudad.


Los taxis colectivos, las combis llenas de pasajeros sentados, con un poto pálido e incómodo del pasajero doblado en el pasadizo de pitufos de la combi infernal, como un diario los bautizo en los 90, me hacen pensar que mi destino estaba marcado, el de sufrir, el de pegar a un extraño o extraña, de que el chocamiento de cuerpos es inevitable, algo q debe afrontar día a día sin importar el pudor, con tal de conseguir el destino anhelado de cada mañana de un comensal, llegar temprano a su trabajo.


Extiendo la mano de manera firme y erguida, detrás de mí dos señores bonachones, otro patín como yo de sus 20 y tantos, 4 señoritas bien despachadas y una madre abnegada con su pequeña de 7 años, con su uniforme impecable, brillando de ternura por su progenitora, que la prepara para la lucha grecorromana que se aproxima; subir rápido, avance al medio, pasaje a la mano, y lógico, porque no hay que molestar al cobrador, para nada, pague sencillo señor.


Frena lo más cercano a la vereda, lo más cercano a la pista; tratando de evitar lo menos posible a los vestigios de granos reventados de la lengua asfaltada que surca mi distrito. Tienes exactamente 10 segundos para que 10 personas suban al carro, es decir, un segundo por persona, de ser volátil en ese momento no sirve, menos preguntar. Todos viven apurados. Bueno, ya estamos arriba hay que busca la mejor posición posible para evitar ser empujado, pisoteado, rozado, y perfumado con olores destructibles para mi olfato.


Definitivamente me encuentro en un pasaje tan angosto, que tengo q pasar de costado, en cuclillas si es posible para evitar ser víctima de las consecuencias narradas en el párrafo anterior. Es como estar preso entre varias fuerzas que te aprietan por todos lados. Logro escabullirme con mucho esfuerzo, me coloco cerca del asiento de una escolar, esperando que se levante en cualquier momento y tentar el asiento. A mi lado derecho, una señorita malabarista que intenta no dejar caer su cartera, su lonchera, su mochila, su celular, su folder de la universidad y maquillarse lo más extravagante, todo a la vez.


Al lado izquierdo, un patín como de mi edad, que intenta llenar su crucigrama mientras arranca de manera violenta un pedazo de su pan con huevo que cuelga de su brazo izquierdo. Yo miro de reojo a la señorita para no me manche con lápiz labial y levanto un poco el codo para protegerme del patín para que no me ensucie con su pan con huevo que dejo oliendo como aureola el metraje que ocupa en el bus.


La primera frenada de la jornada, y la primera consecuencia no proviene ni de mi lado izquierdo ni del derecho; proviene de atrás. Una señora robusta por todos sus lados, tiene un pequeño bulto que se muestra húmedo en la parte inferior y que ha contagiado de manera apática el borde de mi pantalón. Trato de buscarle la mirada para impregnarle todo mi odio a ella y su existencia, pero la maldita vieja se escurre entre las axilas y brazos de los comensales. Me resigno rápidamente a la desventura. Trato de acomodarme lo cercano a la ventana, pegarme hacia el escaso aire que ingresa, que logro hasta ahora sin entender porque los pasajeros prefieren el aire concentrado dentro del bus que el puro y contaminado, pero más fresco, que el que abunda en Lima. La verdad, una gran tarea que dejaré para otro post.


Ya me encuentro con los zapatos manchados, sudando por todos lados, desarreglado y malhumorado, además de estar toqueteando con mi espalda todos los senos que me presionan hacia la ventana del bus. Entramos en el estado de querer llegar lo más pronto posible, de acabar con el mal menor, de rogar q alguien se pare para al menos lograr sentar el cuerpo y dejar de sentirse como una sardina, apretujada y sin escape, como las demás especies que necesitan, como todo mortal movilizarse en estas grandes unidades y más aún si lo haces en una ciudad tan caótica como la gran Lima.