lunes, 31 de mayo de 2010

Dulce y Veloz!!!


Él, viste jean clásico Levis y zapatillas Converse, polo negro manga larga haciendo juego con el de manga corto que va encima; con un estampado de Karman de South Park. Camina ligero como el viento, con el apuro de una cita a ciegas, cruza la pista deambulando por el azar de la vida y toqueteando los dedos al compás del silbido de los árboles. Avanza zigzagueante hacia su destino, uno incierto como su origen pero transparente como sus ideas. Juega en su mente a ser músico, a caminar por las calles siendo el único, al que todos observan y a la vez ignoran con sutileza; erguido y despreocupado cruza la avenida tomando la acera opuesta, donde el sol azota con delicadeza los grumos de cemento que hace flotar al atrevido.

Ella, se levanta tarde con ningún rastro de crema facial enmascarada una noche anterior, camina de puntitas para no sentir a golpe la frialdad del suelo, se desviste, se baña, se mira la hermosura que le ha dado la vida; se viste y se pone más “guapa que cualquiera”, jean apretado y polo escotado, poco maquillaje para evitar el delito de asesinato a la belleza natural. Tacos bajos, aretes, pulseras y anillos conforman su universo angelical. Sale presurosa pero mantiene la calma en sus pasos, desfila mediante la sombra como una ráfaga de luz, perceptible a las sensaciones masculinas; Toma su cartera jean, que hace juego con el endiablo pantalón que lleva, se asoma a la avenida y cruza lentamente mientras las bestias motorizadas la miran de derecha a izquierda la candente escena cruzando pausadamente, como aquella hoja que desciende en las lenguas de asfalto. Se para, mira ambos lados, se arregla el cabello, lanza miradas de indiferencia para todos lados como flechas envenenadas, sabe q está hermosa, sabe que la vida lo sabe, y que su universo se derrite a sus pies.

Él, comienza a tararear una corta canción de Campo de Almas, se para en la esquina hace una pausa, reflexiona lentamente sobre su destino, mira hacia ambos lados y decide prender un cigarrillo. Mete la mano al bolsillo, saca su Zippo y prende el Lucky Rojo que jugueteaba en sus labios de forma misteriosa. Tabaco y nicotina mezclados da la sensación sublime, se siente más que nunca una estrella de rock anónima, continúa su sendero; avanza hacia la muchedumbre, la esquiva como galopando, se encuentra sólo en el camino nuevamente, reflexiona sobre su destino nuevamente mientras cambia de canción en su mente. Llega a una nueva esquina, mira hacia la derecha, observa a la izquierda, se queda quieto. Un verso brota en su mente, no hay lápiz menos papel. Las manos sudan y los ojos se avivan como fogata. El cabello se encuentra impresentable y rápidamente es corregido. Se pone más erguido que nunca. La impresión es lo que cuenta, Él sabe q es especial esa esencia tiene q atraerla.

Ella, termina de cruzar la avenida de manera descuidada, sabiendo de su inmortalidad, de su pureza, ella se desliza a través de su camino, dejando en su rastro pétalos de su aroma para que las hienas que la acosan puedan seguir en la batalla por su atención. Se acerca a la esquina, mira a su alrededor sin bajar la nariz, hay un ser observando su cercanía, muestra signos de firmeza en la mirada y sudor en las manos, desesperación que agita sus cabellos y remoja sus labios; hace una pausa, evita el cruce de miradas, pero es inevitable, su labio inferior se regocija y esconde suavemente, muestra de atracción, sus ojos de mujer, que hechizan y emboban son clavados directamente en su mirada, esa extraña mezcla fémina, traicionera y dulce a la vez. La indiferencia coqueta que proyecta genera el ambiente enigmático que inicia toda mujer.

Él, detiene el mundo por un segundo, la ve, la observa, la puede oler suavemente, se siente inferior ante su mirada, sus manos no dejan de estremecerse por el sismo que lo sacude traicioneramente, respira frío y trata de calcular cada uno de sus movimientos. Se detiene, puede observar hasta el correr del viento, su mundo se convierte en una sola esfera, aquella gacela radiante está pasando provocadoramente por su lado y el sólo es un turista curiosón que se contentará de tener un recuerdo fotogénico en su memoria. Hay un segundo que piensa en provocar un desliz y jugarse el todo por el todo, el tantear si se accede a la gloria o caeremos en el abismo de la indiferencia. Aquella mirada lo ha dejado atónito, aquel juego malévolo que ha sido expuesto, dejó de ser la estrella de rock anónima, hace rato dejó de cantar, ha quedado impregnado en la retina cautivamente de una doncella, que ha sacudido su mundo con solo dejar el rastro sublime de su perfume. Queda atónito sin reaccionar, sólo la ve pasar, la ve alejarse, el comienza a reaccionar y a retumbar su cabeza, del: “porque no lo hice” o del: “está bien que no lo hice”. Recupera los sentidos, reanuda el paso pero ya no es igual, ha quedado grabado en su memoria aquel encuentro, aquella sacudida infernal provocada por aquel ángel, el pudo o no pudo ser, es la pregunta que se respira en el aire, después de ser sometido a aquel juego de mirada intrigante y sensual al qué ha sido condenado.

Ellos, seguirán su camino, danzando bajo la ilusión de lo que pudo ser si hubo un indicio atrevido o del que sucedió si hubo una fijación sensual en esos segundos del recuerdo, aquella luz teatral que los ilumino en ese enlace de miradas quedará impregnados en sus memorias antojadizas; ambos seguirán por sus rumbos, saboreando labios, sintiendo respiraciones sobre su cuerpo, desnudándose ante otros, pero quedará la pregunta de siempre, que suscita cada instante que nos detenemos a pensar, cómo pudo ser, cómo pudo terminar; se termina un encuentro, se dio la casualidad, la reacción que se tiene insensata y ridícula a la vez, consciente y aventurada durante su travesía, es la fuente de inspiración del resultado de nuestras acciones. Ella, Él, nunca se sabrá nada de ellos, o tal vez un destino caprichoso quiera lo contrario; lo que es cierto es que en ese momento el tiempo dejó en sus brazos aquel encuentro inmortalizado en segundos imborrables de su recuerdo.


P.D.: Deducido de la canción de MDC. Gracias!!! A Volar!!!

Colgado de puntitas en una Lata de Sardinas


Nuevamente me cubro hasta la punta del cabello intentando soñar que no está sonando el despertador. El frenesí q transcurre en la rápida estirada para saltar de la cama a la ducha y luego al juego de ropa “decente” que debo mostrar en el trabajo. Entre los gritos de mi madre anunciando el desayuno, las ondas vertiginosas que zumban en mis oídos de la radio a volumen de pollada me despierten de manera inquebrantable ante el frío húmedo de la gris Lima.


Lastimosamente, vivo a unos casi 20 kilómetros de mi trabajo, sin tráfico estamos hablando de 15 minutos en llegar. Claro, estamos en Lima, hay tráfico, hay desorden, hay caos. Promedio de demora: 1 hora 15 minutos. Así q hay q apurarse, el ritual del baño, del desayuno y de cambiarse de la manera más pudiente, tiene q hacerse de la forma más eficaz y cronometrada posible. Bien todo listo, primer periplo terminado, vamos a la odisea del viaje.


En cualquier época del año, tomar un bus en Lima podría parecer una tarea titánica. Desde estar parado soportando el frío, lluvia, calor, contaminación, riesgo de atropello o de algún incauto peatón que te empuja para, mismo salto largo de olimpiada, intente trepar como araña en celo, a un bus reventado de pasajeros, que se miran atónitos, aislados y fastidiados a la vez, en medio de una atmósfera de conformismo por tener el privilegio subliminal de estar parados en un pequeño metraje de aquel monstruo jalado por pistones reventados y llantas encauchadas en alguna mecánica informal de la ciudad.


Los taxis colectivos, las combis llenas de pasajeros sentados, con un poto pálido e incómodo del pasajero doblado en el pasadizo de pitufos de la combi infernal, como un diario los bautizo en los 90, me hacen pensar que mi destino estaba marcado, el de sufrir, el de pegar a un extraño o extraña, de que el chocamiento de cuerpos es inevitable, algo q debe afrontar día a día sin importar el pudor, con tal de conseguir el destino anhelado de cada mañana de un comensal, llegar temprano a su trabajo.


Extiendo la mano de manera firme y erguida, detrás de mí dos señores bonachones, otro patín como yo de sus 20 y tantos, 4 señoritas bien despachadas y una madre abnegada con su pequeña de 7 años, con su uniforme impecable, brillando de ternura por su progenitora, que la prepara para la lucha grecorromana que se aproxima; subir rápido, avance al medio, pasaje a la mano, y lógico, porque no hay que molestar al cobrador, para nada, pague sencillo señor.


Frena lo más cercano a la vereda, lo más cercano a la pista; tratando de evitar lo menos posible a los vestigios de granos reventados de la lengua asfaltada que surca mi distrito. Tienes exactamente 10 segundos para que 10 personas suban al carro, es decir, un segundo por persona, de ser volátil en ese momento no sirve, menos preguntar. Todos viven apurados. Bueno, ya estamos arriba hay que busca la mejor posición posible para evitar ser empujado, pisoteado, rozado, y perfumado con olores destructibles para mi olfato.


Definitivamente me encuentro en un pasaje tan angosto, que tengo q pasar de costado, en cuclillas si es posible para evitar ser víctima de las consecuencias narradas en el párrafo anterior. Es como estar preso entre varias fuerzas que te aprietan por todos lados. Logro escabullirme con mucho esfuerzo, me coloco cerca del asiento de una escolar, esperando que se levante en cualquier momento y tentar el asiento. A mi lado derecho, una señorita malabarista que intenta no dejar caer su cartera, su lonchera, su mochila, su celular, su folder de la universidad y maquillarse lo más extravagante, todo a la vez.


Al lado izquierdo, un patín como de mi edad, que intenta llenar su crucigrama mientras arranca de manera violenta un pedazo de su pan con huevo que cuelga de su brazo izquierdo. Yo miro de reojo a la señorita para no me manche con lápiz labial y levanto un poco el codo para protegerme del patín para que no me ensucie con su pan con huevo que dejo oliendo como aureola el metraje que ocupa en el bus.


La primera frenada de la jornada, y la primera consecuencia no proviene ni de mi lado izquierdo ni del derecho; proviene de atrás. Una señora robusta por todos sus lados, tiene un pequeño bulto que se muestra húmedo en la parte inferior y que ha contagiado de manera apática el borde de mi pantalón. Trato de buscarle la mirada para impregnarle todo mi odio a ella y su existencia, pero la maldita vieja se escurre entre las axilas y brazos de los comensales. Me resigno rápidamente a la desventura. Trato de acomodarme lo cercano a la ventana, pegarme hacia el escaso aire que ingresa, que logro hasta ahora sin entender porque los pasajeros prefieren el aire concentrado dentro del bus que el puro y contaminado, pero más fresco, que el que abunda en Lima. La verdad, una gran tarea que dejaré para otro post.


Ya me encuentro con los zapatos manchados, sudando por todos lados, desarreglado y malhumorado, además de estar toqueteando con mi espalda todos los senos que me presionan hacia la ventana del bus. Entramos en el estado de querer llegar lo más pronto posible, de acabar con el mal menor, de rogar q alguien se pare para al menos lograr sentar el cuerpo y dejar de sentirse como una sardina, apretujada y sin escape, como las demás especies que necesitan, como todo mortal movilizarse en estas grandes unidades y más aún si lo haces en una ciudad tan caótica como la gran Lima.

lunes, 12 de abril de 2010

Carta para el hijo que algún día quiero tener

Hola Juan Ignacio,

Quiero que sepas que a mis 28 años aún no tengo en mis planes cargarte por primera vez y decirte que te quiero mucho y eres lo más importante que tengo; no, aún no sé si el momento, sólo que debes venir, cuando tenga que serlo, espero muy pronto. Para que me hagas dar cuenta que ese sentimiento que muchos de mis contactos pregonan es único y hermoso.

En verdad me importa un carajo que tus abuelos e incluso la misma familia me insista con tu llegada, no me importa, tampoco te puedo garantizar ser el papá guía que necesites, para eso no estoy preparado; eso si mi querido Juan Ignacio, es que te voy a proteger como no tienes idea, pero no de la forma como otras mamás gallinas lo hacen, nada que ver, esas son cojudeces, lo haré enseñándote las cosas buenas que he aprendido y muchas de tu abuelo, de evitar cagarla, y si la cagas, intenta levantarte, no hay peor cabrón que no lo intenta, y tú hijo mío, ten la seguridad que no lo eres.

No quiero martirizarte con estúpidas normas sociales ni reglas de moral, no lo necesitas, porque sé que eres bueno, eres parte de mí, rebelde, inmaduro, inseguro, arrebatado y gruñón como yo; pero también sé que adoptarás firmeza, responsabilidad, la madurez y equilibrio de tu madre, que tampoco sé quien es, pero en algún momento te traerá al mundo.

Te preguntarás algún día el porqué de tu nombre, bueno pues, Juan se llamaba tu bisabuelo, patriarca de la familia, y Ignacio, porque me gusta, y sueño que todos mis patas, y los hijos de ellos, te llamen Nacho, suena bonito, sexy y ten la seguridad que tendrás jale con las chicas, a las mujeres les gusta los nombre en diminutivo.

La verdad, no sé como aguantarte cuando llores o te pongas caprichoso, en verdad yo no me aguanto, dejemos esa chamba para tu madre; pero cuenta conmigo, cuando quieras salir a caminar, viajar, pasear en bicicleta. Para eso sirvo, para cargarte en mis hombros y sientas que el mundo es grande y pequeño a la vez, y que los límites sólo están en tu cabeza o en la cima de un nevado de Ticlio.

Tampoco te voy a imponer que te guste el fútbol, ni que seas hincha ni de la U o de Alianza, menos de Sporting Cristal como el pavo de tu tío, eres libre de elegir el equipo que quieras; pero eso sí, eres de Municipal me harás muy feliz y con gusto podré llevarte a ver los partidos y termines llorando por la derrota o la angustiante victoria, caracteres de todo buen hincha del Muni.

También espero que te guste el ron más que la cerveza, el whisky más que el pisco, y no me vengas con gustos como el vodka o el vino, que son trago para hembritas; y cuando cumplas 13 años y te pique el gusano me busques para pegarnos tu primera bomba, terminar ebrios hasta que nos orinen los perros y lo más probable es que tu mamá me dejé de hablar por una semana, así como tu abuela lo hace con tu abuelo.

Quiero que me hables de todas las cosas que quieras, de sexo, de la rica vecina del costado, de lo que le falta al carro, del próximo viaje que quieres realizar, de la diarrea que te dio por comer sanguchón en el quiosco del colegio, de todo Nacho, de forma espontánea y natural, que no tengas miedo de conversar a la franqueza conmigo ni sentir que recibirás un castigo de por medio.

Quiero que seas quien quieras ser, pero no como yo, un músico/escritor frustrado, un viajero empedernido y amantes de los autos clásicos; quiero que seas alguien que pueda sentirse seguro de sí y feliz de las cosas que haces, por eso en vez de pagarte huevadas de estimulación temprana, etc.,etc;, voy a invertir en ti chochera, en las cosas que te interesan, y si decides estudiar medicina, pues a buena hora huevón, esa profesión da plata y te vas a volver millonario pronto.

Quiero que te gusten los carros como yo, que me ayudes a lavarlos, me acompañes a repararlos, pero si no te interesa, te haré de chofer las veces que quieras, pero ni sueñes que te lo voy prestar compadre, te lo tienes que ganar. También me gustaría que te guste los viajes, hacer muchos campamentos y conversar hasta que nos cansemos, y sentir que la tranquilidad que nos brinda la naturaleza, a pesar de toda la odisea que vivimos cada día, por llegar al punto de partida, donde era otra felicidad que no volverá.

Más te vale, también que te guste el rock, pero del bueno, y en castellano que es tu lengua mater, no como el forajido de tu tío Motta, que su música para mí son chillidos muy estridentes de un perico excitado. Nada de Metallica, ni del Grupo 5, nada de perreo chacalonero ni que me voy a tonear los domingos en la tarde, si lo haces te parto en cuatro y te envío al Leoncio Prado.

Pero lo que más quiero, es enseñarte y ser tu bastón en este duro camino que se llama vida, que tengas mis gustos, y que yo comparta y respete los tuyos, que seas alguien de bien, y que no tengas compromisos sentimentales que te aten, pero quiero que seas el mejor, porque te lo mereces, porque eso quiero que seas y para eso carajo has venido.

Espero verte la cara muy pronto, y poder decirte, que tal compadre!!! Bienvenido a la vida, estoy aquí eternamente para apoyarte. Te quiero y te soy sincero, aunque aún no estás a mi lado hay momentos que me invade un sentimiento sin descripción y levanto los ojos al cielo, y siento que todo lo bueno que tengo lo he aprendido de tu abuelo, y sé que cuando estés a mi lado, cuando los dos estemos en el mismo camino, yo llegaré hacer como él, alguien de puta madre que siempre puedes contar.

domingo, 28 de marzo de 2010

Ultima Parte (Por Fin) Bajon de Llanta

Como a veces sientes que das vueltas y vueltas de manera inversa en el remolino que va el destino. Después de sentir como el sudor frío cruzaba con vértigo la forma curvilínea de mis pómulos rojizos, producto del tabaco y el alcohol, me dirigí hacia la ubicación donde se encontraba mi preocupado y bonachón padre, observando con sacrilegio aquella escena de dolor y sangre que se había desatado en plena vía expresa.

Cuando llegué sudando y agitado al mirador preferencial que se encontraba mi padre, pude ver como un tipo de porte militar, con unos 25 años encima, lloraba desenfrenadamente cogiendo en brazos, a una niña que no contemplaba aún los 18 abriles, de tez blanca, manos rasgadas fruto del accidente, con vestido de gala con manchas de sangre al punto de percudir su color; mostraba aún los ojos queriendo entender que había pasado para ya su alma había partido. Dicha escena dolorosa, rodeada de comidilla de flash y círculos de fuerza empapelado por la policía, era lo que podía observar: una especie de suerte maliciosa, el cual – asumo yo – pude ser el protagonista de aquel drama profanado por algún guionista psico-social.

Pude ver en ese momento – como una especie de vidente asustadizo – el futuro que me hubiese preparado: un auto volador aterrizado “patas arriba” y dejando dos muertes como consecuencia, la de una señorita de cierta belleza angelical, y otra, la muerte del alma y de la eterna espina de culpabilidad que acompañará eternamente a su habitual acompañante de esa noche. Mis manos sudaron aún más frío, como si era yo el que estaba alumbrado por los flash que disparaban sin cesar a mi alrededor.

Mi padre me cogió del brazo y caminamos en silencio, ese tiempo sepulcral donde las palabras se escondieron en el túnel profundo de la garganta. En ese momento llegó la grúa, yo acompañé a mi bien proporcionada (y desaprovechada oportunidad) acompañante a tomar un taxi. Mi padre ya se había encargado de todo. En el camino sólo hablaba de cómo iba hacer para arreglar el carro; era como si el accidente ocurrido nunca había sido fotografiado por sus ojos, yo no dejaba de pensar en eso, como si a mí también se había quedado una estaca clavado en el alma, eran las consecuencias de una noche de frenesí y calentura corporal que pueden llevarte en ciertos momentos a la màs extraordinaria grandeza sexual o desplomarte en la miserable suciedad de un muladar inundado por errores consecutivos que vas cometiendo. Para mí, fue lección aprendida.

Llegué a mi casa y cuando interné el carro en mi cochera, descubrí el motivo de mi patinada feroz de lo que habìa originado todo esta macabra experiencia y que impulsó a improvisar este post, se me había “bajado una llanta”.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Segunda Parte - Bajon de Llanta

Después de sentir como el viento hostil de la madrugada golpeaba en mi rostro, una pared de cemento se aproximaba con vehemencia. Era un curva en descenso, bastante cerrada. El sudor en las manos se apodero de mí, la fricción que ejercía en mi pie hacia el pedal era más notorio y los gritos o aullidos – lo segundo creo que fue – de mi bien proporcionada acompañante, eran la alarma del volantín, mismo trompo bailarín, al paso de Bella Bella, se deslizaba mi carro en la pista.
Una suerte de ping pong primerizo se encontraba mi cabeza, por lo que totalmente horrorizado baje del carro estancado a un costado de la pista, para ver el estado en que se había quedado. Mi acompañante, quien pude divisar que lanzaba gritos dentro del carro, misma esposa primeriza esperando a su retoño, se encontraba en un estado de shock. La sujeté fuertemente con mis dos manos, la mire fijamente a los ojos y le lancé una mentada de madre visual que aún percibo que debe recordar mis ojos enfurecidos en el laberinto de sus sueños.
Consternado por lo ocurrido, atiné a mismo inspector o fiscal de turno, ver los daños ocurridos: Una reventada de radiador, carrocería clavada en la llanta delantera, maletera hundida, faros totalmente reventados, y lancé un comentario totalmente estúpido antes de finalizar mi conclusión: “ La Radio está funcionando”.
Mientras esperaba que mi compañera tomara aliento y se tranquilizará, llamé a la única persona que me podría ayudar, previa puteada de por medio: Mi padre. Creo que llegó mismo rayo al lugar; al notar su apuro y más que todo su desesperación por esconderme (después de su respectiva puteada), le pregunté porque lo hacía, porque debía esconderme, de quien me protegía?.
No te das cuenta idiota – refunfuñó dentro de su desesperación.
Si te agarra la policía, aparte que te quitan el brevete, te van a poner una multa que ni vendiendo lo que queda de tu carro lo pagarás. (Hablo del año 2002 cuando aún no había cárcel por manejar en estado de ebriedad).
Extrañamente me empecé a preguntar…Es cierto, porque no hay ningún policía si en todo San Isidro está inundado de cámaras vigiladas por doquier? Acaso ellos también han estado de juerga como yo? O es que otro imbécil me ganó y se estrelló antes que yo? O será que ha granizado fuerte una cuadra atrás y congeló a los patrulleros?
Era ilógico pensar que no haya venido ningún patrullero o unidad bulliciosa y cargosa no haya pasado, clavado justo en plena entrada a la vía expresa; pero suerte bendita la mía, escuché, de manera siniestra como se acercaba una cantidad patrullas de policías por todos lados.
Me jodí carajo – pensé en voz alta. Automáticamente me veía ya con las marrocas en las manos, conducido al calabozo del Poder Judicial, joven universitario borracho choca en Vía Expresa y deja a bullera y bien proporcionada señorita tirada al lado de la pista. Le caerá 25 años de cárcel y nunca más podrá volver a manejar.
Empecé a sentir ese sudor frío cuando te sientes perdido de alguna travesura que has realizado, cuando no tienes escapatoria y el frenesí de tus manos te delata. Tu pulso a punto de estallar, iba imaginando como sería mi vida en prisión. Puta Madre – encerrado toda mi vida en un cuartucho de porquería, donde todo era a la vez, cocina, baño, cuarto para dormir. Que horrible, Que hago? Se me pasó por la mente salir corriendo, huyendo como un marica, de los que había en la avenida Arequipa; sentía que se me bajaba la presión, mi corazón quería dejar de latir, mis ojos empezaron a lagrimear y mismo niño llorón buscando a su mamá, yo quería a la mía.
Alcancé levantar mi mirada y vi como tres patrulleros y dos unidades de serenazgo pasaron raudos al costado de mi herido Datsun JNL710. Que había pasado? Porque ignoraron el accidente que había ocasionado? Si querían paraban y me levantaban en peso? No podía entender la razón por la cual no frenaron, cuando un grito de mi padre – que se había adelantado unos metros ya al ingreso de la vía expresa – me señalaba que venga a ver lo que había ocurrido. Un terrible accidente, ocasionado por otro estúpidamente irresponsable como yo, pero este con consecuencias fatales:

sábado, 20 de marzo de 2010

Bajon de Llanta

Aún nervioso, trataba de aparentar una increíble cojera que no me permitiera avanzar con ansiosa rapidez hacia el trabajo. El motivo: Faltar ese viernes para poder irme de parranda con la gente de la universidad. Yo había dejado la oportunidad de culminar mis estudios con los borrachosos amigos con los que empecé hace 5 años, lleno de orgías, tirada de peras, gileos, broncas, copiadera en los exámenes; y claro está, estudiar de vez en cuando.
El plan estaba totalmente estudiado, poner cara de dolor, con una mezcla de arrepentimiento por no poder trabajar, junto con padecimiento y una algarabía interna porque el plan daba resultado. Después, de haberme burlado en la cara de mi bonachón jefe, salí corriendo, mismo cobrador de combi, hacia el paradero para enrumbar a mi domicilio; mientras los ya sofocantes rayos de sol iluminaban el mediodía gris limeño de ese octubre nefasto.
La tarde pasó rápidamente, ya con la ropa idónea y el cabello totalmente desordenado, apresté a revisar lo que nunca debe faltar en la gaveta de un carro: cigarros, una lista de teléfonos de emergencia, un destapador, un vaso (para mezclar si tomas trago corto) y muchos condones. Mi carro que me había tomado el trabajo de lavarlo y encerarlo la noche anterior mientras ensayaba el discurso convencedor para mañana; un Datsun JNL710 del 77, quedó impecable para la consagración, para el inicio del holocausto que transcurría lentamente en esa madrugada de llovizna tímida que hay en Lima.
Era una noche estrellada y tímida que permitía a las audaces señoritas prepararse para el desfile de piernas que se apersonaba conforme pasaban las horas para el inicio de la diversión. Quería llegar temprano para dejar el carro en el mejor lugar posible y poder hacer la eterna cola para entrar a la discoteca. Desde esta posición ya es posible distinguir alguna cara conocida o por conocer conforme vaya pasando la noche. Hay que agradecer de antemano el efecto misericordioso que causa el alcoholo, sin él no habría esa extraña fuerza gregoriana que se apodera de nosotros, los hombres, para acercarse y mismo plan de un James Bond reprimido, atacar a la víctima, infestada por la bulla y por sortear con su dedo, aquel sujeto destinado a presionar con suavidad y firmeza los lienzos que se dibujan en su cintura.
Después de un improvisado discurso logré presionarlo contra la puerta del copiloto de mi carro, y tras arrancarle un desesperado (aguantado diría yo) beso, con sabor a chela y cigarros mentolados, pude recorrer instantáneamente por un momento la perfección de sus senos, esas piernas rollizas bien encaletadas bajo ese jean apretado a la calera que daba vueltas como un ciclón en la pista de la discoteca.
Espera, espera – murmuró ella.
Vamos a un lugar más privado, por Jesús María que vivo por ahí – balbuceando aún por los efectos del beso alcohólico que nos proporcionamos.
Perfecto dije – limpiando de manera cautelosa el parabrisa empañado del carro.
Salí presuroso con el carro, mismo corredor de rally N4, tomé la avenida Angamos hasta la Tomàs Marsano, rezando al Señor de Cachuy no cruzarme con ningún operativo alcoholemia. Vi el tacómetro invadiendo la zona peligrosa de 100 km/hora y cada vez la lluvia antipática de la nunca dormida Lima, avisaba el principio y fin de una desgracia, mientras mi pie cada vez más se hundía en el acelerador, ya sea por coronarse campeón esa noche o por el simple frenesí de sentir la velocidad en mi rostro; de pronto en la curva de República de Panamá entrando a la Vía Expresa, sucedió lo imprevisto…

domingo, 14 de marzo de 2010

De Mustang y Camaros...



De hecho todos alguna vez tenemos historias que contar relacionados a autos, velocidades, caminos hacia campamentos o simplemente deternos a comprar el six pack de chela o el par de puchos en el grifo y desvestir con los ojos a las impulsadoras que hay en la estación. (Las de Primax de preferencia). De aquellas historias que se quedaron escondidos en el tiempo y que de algunas vez quieren ser escuchadas. Extrañamente, la relaciòn de velocidad, fuerza y belleza ruda de los motores, los crujidos del chasis y la acción diabólica del acelerador, hace que tenga relación este sentimiento con hechos vividos en alguna extraña situación de la vida.





De Mustang y Camaros, busca rememorar aquellas historias vinculadas, así como datos de estos verdaderos fierros americanos, que para los amantes de la gruesa garganta de un V8 nos hace estremecerse de los pies a la cabeza el solo hecho de escuchar su olor a potencia traducida en las pistas siniestradas de la gran Lima, para escribir una historia, un beso o un abrazo, en los encuerados respaldares que lo conforman.


Y que cada tuvo su momento, su espacio, su recuerdo y, como debe de ser su verdadero y aún impreciso final...


Que se abra el telón...